El sexo lleva siendo un tabú demasiado tiempo, aunque está claro que las cosas están cambiando en las últimas décadas. La función reproductiva del acto sexual ya no es la principal para el ser humano, que gracias sobre todo a los métodos anticonceptivos ha podido disfrutar del placer que otorga la copula sin tener que buscarle un fin reproductivo, es decir, sin necesidad de traer descendencia al mundo. Por supuesto, el ser humano no es el único animal que disfruta de encuentros sexuales solo por placer, ya que son muchos los mamíferos que también lo hacen así, aunque las consecuencias en estos casos sí que pueden traer aparejados nuevos nacimientos. Se habla de sexo, de cópula y de placer sexual, pero pocos se han preguntado alguna vez cuál es el verdadero origen de esta práctica, que se remonta a nuestros antepasados más antiguos.
Hace años, un grupo de paleontólogos logró encontrar la primera prueba fehaciente de una especie vertebrada que copulaba a la manera en la que los mamíferos lo hacemos, con órganos sexuales masculinos y femeninos que se “conectan” para que el macho fecundice a la hembra con su esperma. Y lo más sorprendente de todo es que el animal es una especie de pez acorazado que vivía en los mares del norte del planeta hace casi 400 millones de años. ¿Cómo han podido llegar a ese descubrimiento en la actualidad? En este artículo te vamos a contar todo el periplo que el equipo de la Universidad de Flinders, en Australia, tuvo que realizar para dar con el fósil concreto en el que pudieron basar su teoría. Puede parecer algo menor, e incluso provocar algunas risas, pero es el descubrimiento más importante en el campo de la reproducción sexual en mucho tiempo, puesto que nos habla del auténtico origen primigenio del sexo.
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